Hablar de contratación pública en Colombia es sumergirse en un universo normativo y procedimental que evoluciona de forma constante. Entre los principales hitos de esta evolución, destaca la transición del SECOP I al SECOP II, un cambio que trajo consigo no solo modernización, sino también desafíos importantes para entidades públicas y empresarios por igual.
Quienes hemos recorrido los caminos de la contratación estatal sabemos que cada proceso cuenta con su propio lenguaje, sus particularidades y sus riesgos. A pesar de que existen marcos normativos definidos —como la Ley 80 de 1993 y sus normas complementarias—, en la práctica, la forma en la que se diseñan, presentan y ejecutan los procesos varía según la entidad y el formulador que los construye.
Del papel al clic: la digitalización que sacudió estructuras
El paso del SECOP I al SECOP II significó mucho más que un cambio de plataforma. Fue el inicio de una transformación cultural. Se dejó atrás la era del papel, de las firmas manuscritas y de las entregas en sobres sellados. Muchos empresarios, especialmente aquellos con trayectoria en contratación, quedaron fuera de juego por no adaptarse a tiempo a los nuevos requerimientos digitales. Algunos territorios, incluso hoy, siguen operando bajo SECOP I, debido a limitaciones técnicas como el acceso a internet.
Sin embargo, SECOP II democratizó el acceso y la presentación remota: desde cualquier lugar del mundo es posible participar en un proceso. La plataforma permite cargar, firmar, modificar, retirar y presentar documentos en múltiples sesiones y dispositivos. Personalmente, he llegado a subir documentos desde dos computadores diferentes al mismo tiempo, cuando el reloj jugaba en mi contra. Y aunque su funcionalidad representa un avance, su dominio no es sencillo: el reto sigue siendo entender cómo cada entidad interpreta y aplica las normas.
Una constante en la contratación: la variabilidad
He presentado más de 450 procesos en distintas modalidades: mínima cuantía, selección abreviada de menor cuantía, subasta inversa electrónica, licitación pública, concursos de méritos… Y aún hoy, después de esa experiencia, puedo afirmar que no hay dos procesos iguales.
Cada proceso es único: en su redacción, en los conceptos aplicados, en las condiciones habilitantes, en las causales de rechazo y en los parámetros de presentación. Aunque la normativa es clara y busca estandarizar, cada formulador imprime su propio sello, lo que obliga al oferente a leer con atención quirúrgica cada pliego, cada documento técnico, cada estudio previo.
SECOP II y el arte de la vigilancia constante
Uno de los grandes errores que cometemos los contratistas es dejar que la confianza nos gane la partida. Creer que, por experiencia, podemos anticiparnos a los requisitos o asumir que algo no exigido explícitamente no será tenido en cuenta, puede costarnos el rechazo de una propuesta. Muchos caen en esta trampa: no ven un requisito en los pliegos, pero olvidan que estaba consignado en los estudios previos… y estos hacen parte integral del proceso.
Por eso, cada vez que presentamos una propuesta debemos hacerlo como si fuera la primera vez: con la misma atención, la misma dedicación y la misma mística con la que alguna vez nos sentamos a preparar ese primer proceso que revisamos con lupa. Porque cada vez que lo hacemos, estamos aprendiendo algo nuevo: una jurisprudencia que sienta un precedente, una observación que cambia la interpretación de una norma, o una actualización que redefine una exigencia.
La contratación pública como escuela y camino
La contratación pública en Colombia no es estática. Es una entidad viva, en constante evolución. Cambia con cada sentencia, con cada concepto del Consejo de Estado, con cada interpretación nueva que un formulador introduce en un pliego.
Hoy, más que nunca, la contratación es una forma de transformación pública. Es una herramienta que, bien utilizada, impulsa el desarrollo regional, fortalece a las empresas y mejora la calidad de vida de las comunidades.
Nuestra tarea como oferentes no es solo cumplir con los requisitos: es entender el espíritu del proceso, el fondo detrás de cada forma, y recordar siempre que cada proceso es una nueva oportunidad de crecer, de aprender y de servir.
Por: Daniel Gonzalez – Consultor Empresarial.